La herencia de Ulises

martes, 9 de febrero de 2010

LA HERENCIA DE ULISES


¿Has sentido alguna vez esa sensación rara, como de que no sabes quien eres? No, no me refiero a cuando has estado borracho, no, y tampoco a cuando sueñas dormido, no, yo hablo de que estando despierto tengas esa sensación, pero no cuando se trata de una amnesia, en la que olvidas totalmente todo lo pasado, hasta tu nombre y en donde vives. No, de eso no hablo, ni de esa vergüenza que se siente cuando alguien cercano te dice o insinúa, como lo hacen las suegras, que eres un “don nadie”, un fracasado, un bueno para nada.
No, yo hago referencia a algo parecido, aunque no exactamente igual al “deja vu” o al “deja...no sé qué”, por los cuales sientes una rara sensación como de que ya habías estado antes en algún sitio, o como de que ya habías vivido algo que estás viviendo en el momento presente, y digo no exactamente porque quiero decir otra cosa, algo así como...raro, como si no supieras para que diablos existes, aunque sepas tu nombre, en qué trabajas y en dónde vives. Algo así como si tomaras conciencia de que el mundo sería el mismo sin ti, como si no fueras más que una piedrita de esas que se encuentran tiradas a un lado del camino y que bien puede llegar un perro y orinarla, o un niño y patearla y nada pasa ni cambia en el mundo por eso.
Algo así como si después del cartesiano “pienso, luego existo”, dijeras, “sí, existo, luego valgo para pura...”
¿No te has sentido así? Que bueno, porque si algún día llegaras a sentirte así, yo quisiera...
¡No! ¡No quiero echarte un sermón! No deseo ser o parecer un predicador, aunque nada tengo contra ellos, solamente quisiera que conocieras lo que a mí me ocurrió:
Y es que descubrí, por fin, quien soy, pues luego de pensar un poco y de leer un folleto y después de eso pensar otro rato (para estar más seguro de que existo) llegué a la conclusión de que yo soy nadie, y que tengo un lugar bien definido y muy importante en el mundo.
Debes saber, antes que nada, que hace años yo fui torturado, y sabía que aquí en mi país la tortura estaba abolida y se supone que se castigaría a quienes la ejercieran, pero no fue así en mi caso, pues ni siquiera se persiguió a los culpables, Dicho esto, lo que leí en el folleto decía así:
“Nadie debe ser sometido a tortura...”
¡Más claro ni el agua! Yo soy ese Nadie, yo debía ser torturado, y por eso me tuvieron que torturar, y desde luego que es por eso, seguramente, que no se castigó a los que lo hicieron.
No sé por qué no me sorprendió mucho ese descubrimiento, pero luego de pensar otro poco concluí que no me extrañó tal vez porque ya en mi interior sabía que algo tenía yo de Nadie porque cuando era niño una hermana nos contó, a mis hermanos y a mí la historia de cómo Ulises engañó al cíclope diciéndole que se llamaba Nadie, así, cuando lo dejó ciego clavándole una lanza en el ojo, aquél gritaba pidiendo ayuda a otros cíclopes y al preguntarles éstos acerca de quien lo había atacado decía “¡Nadie!”, así que la ayuda nunca llegó, y Ulises y sus amigos pudieron escapar.
Ese Nadie quería ser yo y soñé con ser como él... y tal vez lo haya sido y de ahí venga mi desgracia porque quizá los que me capturaron eran compañeros o descendientes de ese cíclope y al atormentarme estaban vengando a su amigo o pariente. Eso yo no lo puedo asegurar porque siempre me tuvieron vendado de los ojos, tal vez para que no los fuera yo a engañar o a cegar.
Bueno, ese era el costo de ser Nadie, pero también tiene sus recompensas, y si las conocieran, muchos me envidiarían porque… escucha nada más, pero no lo divulgues porque pueden salir muchos competidores y eso tal vez no me gustaría, tú sabes, por aquello de que ya pasó lo peor, creo, y ahora viene lo bueno.
Fíjate nada más. Yo puedo alcanzar las estrellas y hacer cosa imposibles para los demás ¿o no has escuchado, acaso, que se dice que Nadie puede alcanzar las estrellas? O que Nadie resiste el paso del tiempo? ¿O que Nadie puede revivir? ¿O que Nadie puede ser completamente feliz?
Además, tengo un orgullo muy grande. Muchos niños, en todos los rincones del mundo son hijos míos, pues yo los adopto cuando los abandonan y por eso son los hijos de Nadie y puedo darles el cariño que otros les han negado.
Eso no es todo, porque algunas personas me preguntaban por qué arriesgaba yo mi vida luchando junto a la gente pobre, y antes no sabía yo responder de una manera convincente y se me quedaban viendo como si estuviera yo loco, pero ahora les digo ¿acaso no han escuchado que a los pobres Nadie les tiende la mano? Quiere decir esto que debo hacerlo como una obligación, además de que me gusta. ¡Ah! y cuando tú ayudes a algún necesitado y alguien te diga que Nadie te lo agradecerá, créeme, tiene razón: yo, Nadie, te lo agradeceré con todo el corazón por todos aquellos que en algún momento puedan ser ingratos.
Por último, y para no aburrirte más, déjame decirte otra cosa: estoy seguro de que por mí no solamente envidia pueden sentir muchos, sino también celos. No, no presumo, de ninguna manera, pero muchas mujeres apasionadas (la tuya tal vez sea una de ellas, y, si es así, yo lo siento, pero no es culpa mía, uno tiene su destino), pues como te decía, muchas mujeres apasionadas me consideran una segunda opción ¿o acaso no has escuchado que dicen, a veces en tono dramático “¡Seré tuya o de Nadie!”?


Jacobo Silva Nogales
25 de abril del 2005

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