Elaboración y Resignificación de las Experiencias de Represión

lunes, 1 de febrero de 2010

ELABORACIÓN Y RESIGNIFICACIÓN DE LAS EXPERIENCIAS DE REPRESIÓN

La represión política es, por definición, el acto de contener, detener o castigar, por lo general desde el poder y con el uso de la violencia, actuaciones políticas o sociales, de manera que lleva implícita el uso de la fuerza y por consiguiente de las inevitables consecuencias de ésta.

¿Y cuáles serían las consecuencias de la acción represiva?

Si una golpiza o cualquier agresión de un particular pueden causar daños psicológicos proporcionales al nivel de la agresión, no puede ser menos grave el daño causado por una agresión de la autoridad, y no puede ser menor porque la diferencia en cuanto al poder de que dispone el agredido respecto del que posee el agresor es inmensa. Esto se agrava por el hecho de la agresión proviene de una institución que se supone existe para el bien común y a la que se le debería considerar garante del bienestar común y de la confianza hacia los demás.

La represión política, con los insultos, maltratos, golpes, degradación de la dignidad humana que llega al rebajamiento a la categoría de objeto que le son intrínsecos y que en algunos casos llega a la tortura y a la desaparición y en otros a ser testigo de eventos de esta naturaleza, lleva a irrupción del terror en la vida de la víctima y a la vivencia de un grado extremo de indefensión que a veces llega a la impotencia total.

Dolor, rabia, odio, tristeza , desesperación, angustia; deseos de defenderse o escapar, reacción de defensa o huida, como reacciones normales que son ante cualquier amenaza, se experimentan intensamente y al no ser posible a veces ni lo uno ni lo otro el sistema humano de defensa se sobresatura y se desorganiza con efectos profundos y duraderos.

Ana Deutsch, señala en “Secuelas de la tortura en el individuo, la familia y la sociedad” que “las reacciones afectivas que se desatan en el momento de la tortura tienden a perdurar y prolongarse a lo largo del tiempo, más allá del lapso que requiere cicatrizar heridas en el cuerpo” y, dado que en la represión se padecen reacciones afectivas muy fuertes es posible extender a la represión estatal las consecuencias que señala para la tortura, a saber: memoria intrusiva del episodio o flashbacks, que a veces provocan reacciones somáticas y fisiológicas; sobre-excitación, que lleva a responder exageradamente a estímulos mínimos y afectar su carácter; restricción de afectos que puede llegar a volver fría a la víctima con sus seres queridos y a mostrar indiferencia y distancia con respecto a los demás. A esto habría que agregar una permanente actitud defensiva.

Estas secuelas requieren de un proceso que conduzca a su superación, similar al del duelo, entendido éste como un proceso normal y necesario por medio del cual una persona elabora una pérdida. Y no es gratuita esa similitud, ya que después de todo es un verdadero duelo lo que ocurre a consecuencia de la represión, pues en ésta como en aquél ha habido una pérdida que debe asimilarse para poder superarla.

¿Y qué es lo que en una represión se pierde? ¿Cuál es la causa de ese duelo?

La represión implica la irrupción de la vivencia del terror en la vida de los reprimidos, de una violencia que a veces se halla fuera de toda proporción y que puede equipararse a una catástrofe, y como tal conlleva una aguda percepción de la fragilidad del individuo. Por otra parte es una degradación de la persona al reducirse a la víctima a la categoría de objeto. Con todo esto nada más normal que la pérdida de la confianza hacia los otros y de la seguridad: esto es básicamente lo que se pierde, esa es la causa del duelo.

Ahora bien, ya que la experiencia de ser víctima de la represión provoca un duelo, cabe aquí una pregunta: ¿cómo se elabora la experiencia de la represión estatal?

Como en todo duelo, en el provocado por la represión influye una serie de elementos que es necesario tomar en cuenta para hallar la mejor manera de elaborar sus consecuencias. Entre ellos podemos mencionar el contexto, la memoria y el olvido, y la reparación del daño causado.

En primer lugar, el contexto influye marcadamente en el proceso de duelo: puede facilitarlo o hacerlo más difícil. Un contexto en el que se escuche, se comprenda, se comparta y se empatice con la víctima puede hacerle más sencillo el proceso de elaboración de la represión y ayudarle a evitar la tan común fijación en los momentos de pérdida. De ahí el importante papel que las redes de apoyo pueden jugar en relación con las victimas, por la solidaridad que pueden desplegar y que a veces llega hasta el duelo solidario.

En segundo lugar la memoria y el olvido se relacionan en la elaboración. “El tiempo cura todas las heridas”, expresa un dicho, pero contra lo que pudiera pensarse, no es ni única ni principalmente porque el tiempo traiga consigo el olvido, pues éste por sí mismo no contribuye a la superación de las consecuencias de la represión: lo que se olvida no deja de ejercer alguna influencia en la vida de las víctimas de cualquier tipo de maltrato toda vez que el olvido es una defensa psicológica que suele ocultar pero no sanar las lesiones producidas. El efecto de éstas aparecen una y otra vez bajo formas aparentemente no relacionadas con el objeto que las causó: de ahí los flashbacks, la sobreexcitación y la restricción de los afectos. El olvido no ayuda a la elaboración de la experiencia represiva, la memoria sí. ¿La memoria? Sí, pero no la de la fijación en el dolor que eterniza éste, sino la que asimila la enseñanza y extrae lecciones de la represión, lecciones que no lleven únicamente a evitar las situaciones que podrían repetir la experiencia sino a buscar mejores condiciones para la próxima búsqueda del objetivo. No la que se centra en el lamento sino otra, la que afirma o confirma que se tenía razón en lo que se intentaba conseguir y que contribuye a la recuperación de la seguridad en las convicciones propias y a la certeza de que el intento valió la pena: de otra manera habría lugar para la hiriente idea de la inutilidad y carencia de sentido de lo sucedido, hiriente y lacerante porque haría más grande la pérdida y el duelo. ¿O no acaso siempre es desesperante o cuando menos deprimente el sentimiento de la inutilidad propia? Con mucha más razón lo es la de lo que de alguna manera causó algo dañino para el propio individuo. Por eso mismo la memoria que ayuda a la elaboración de la represión no es la que al centrarse en la pérdida, en la derrota, se adueña de la persona, sino la que se apropia del pasado para convertirlo en símbolo de identidad y factor de fortalecimiento de su eticidad y en elemento útil para el fortalecimiento de su dignidad y su autoestima. Lo mismo ocurre para las colectividades en el caso de las represiones masivas.

En tercer lugar, la reparación del daño, que si bien nunca puede ser completa debido a que hay heridas que no se pueden borrar, tiene el valor de ser simbólica pues pone al alcance de las víctimas nuevos recursos para cicatrizar lo dañado y empezar a reconstruir y reconstruirse, como se señala en “La reparación: acto jurídico y simbólico”, en “Atención integral a víctimas de tortura en procesos de litigio” del Instituto Interamericano de Derechos Humanos.

Parte de la reparación del daño es el reconocimiento de la dignidad de los individuos afectados por la represión, que se logra por medio de la pelea por enjuiciar a los responsables de la represión para que reciban una sanción, o cuando menos para que quede en la historia que las víctimas tenían razón, pues eso dotaría de sentido a lo de otra manera no lo tendría, pelea que cumple su función tanto si es desarrollada por el afectado como si es realizada por otros miembros de la sociedad, ya que lo que aquí importa es el reconocimiento por parte de los demás.

Otra parte de la reparación del daño y que a diferencia de lo señalado en el punto anterior corre a cargo fundamentalmente del afectado mismo, aunque puede ser facilitado por los demás, es la transición de los agredidos de víctimas a actores sociales, es decir, el paso de objeto de la agresión a sujeto de la acción reivindicativa por la justicia. Esta parte de la reparación del daño es indispensable debido a que de nada serviría que los demás enjuiciaran a los responsables y hasta lo castigaran mientras no tenga participación en ello el afectado, pues por más que se consiguiera el castigo el duelo continuaría en su interior.

Esa transición marca en realidad el ritmo de la elaboración de la represión e indica el paso de una actitud que es básicamente defensiva y señal de elaboración insuficiente a una francamente ofensiva que se logra plenamente solo cuando la víctima es capaz de decir:

¡Al diablo con los lamentos, después de todo valió la pena! ¡Y si volviera a estar en la misma situación lo volvería a hacer!¡Y me la están pagando!

En la elaboración se va gradualmente logrando una resignificación de la experiencia represiva, por la que ésta adquiere un nuevo significado y de un golpe que pudo en su momento ser demoledor se va transformando en factor de identidad y motivo de orgullo, así como de convencimiento de que se está del lado correcto. Ejemplo de ello es la frase “¡yo sobreviví a…..!” , o el gran fortalecimiento de la identidad entre los judíos víctimas de los alemanes durante el holocausto de la segunda guerra mundial.

La elaboración y la resignificación de la experiencia represiva puede realizarse tanto a nivel individual como a nivel comunitario, y el movimiento social ha utilizado ciertas estrategias en ese proceso, las cuales le han sido exitosas.

Como a nivel del individuo, al nivel de la comunidad una parte muy importante en esta labor la ocupan los sectores que resultaron menos dañados en la represión, y aún los que no fueron tocados por ella, en cuyo caso funcionan como parte de la red de apoyo que contribuirá a la elaboración de la represión y a su resignificación. Esto a su vez puede manifestarse en una notoria recomposición de fuerzas que lleva a que quienes pudieran no haber destacado en la lucha inicialmente, después de la represión desempeñen un papel fundamental: ese es el caso de las esposas de los dirigentes sociales, que toman el puesto de mando al ser asesinados o encarcelados sus esposos.

La labor desarrollada por el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco después de la victoria que obtuvieron al impedir en 2002 la construcción del aeropuerto es un claro ejemplo de exitosa elaboración colectiva de la represión de otros movimientos, ya que a su influjo diversas luchas populares que estaban siendo golpeadas por la represión, en vez de asumirse como vencidos, se rehicieron e incrementaron su lucha. Así, contribuyeron a la elaboración de la represión que habían sufrido y a su resignificación hasta convertirlas en factor de triunfo.

La misma organización, con las giras que ha desarrollado en diversas zonas del país después de la gran represión que sufrieron en 2006 es también una muestra de lo que es retomar y resignificar una acción represiva después de un revés. Con esa actitud combativa en la defensa de sus presos está convirtiendo en victoria lo que pudo ser una gran derrota. Sus presos se han convertido en bandera que enarbolan a lo largo y ancho del país y que les ha servido de motivo para seguir en pie de lucha, ahora totalmente justificada nuevamente a ojos de la opinión pública mundial. Así, con el apoyo de diversas organizaciones están haciendo uso del contexto, de la memoria y el olvido y de la reparación del daño causado, ya que pese a la francamente bestial represión de que fueron objeto y al shock que en un primer momento causó en muchos de sus integrantes, tres años después se encuentra nuevamente en una fase de desarrollo, pues ha elaborado exitosamente la represión y la ha resignificado.

De ese ejemplo puede desprenderse que dos factores pueden ayudar al objetivo de retomar y resignificar la represión:

- Convertirla en enseñanza, y no solamente para quienes la vivieron sino para los demás.

- Transformarla en motivo de lucha.

Los espacios abiertos para la denuncia así como para el análisis de la represión, ya sea por el mismo movimiento social o por la academia, forman parte de ese proceso de elaboración de las secuelas de la represión porque permiten hablar de ella, porque hay empatía de los participantes y porque permite encuentros y reencuentros tanto entre las diferentes organizaciones como entre éstas y los académicos que se interesan por los movimientos sociales, y hasta, en el caso de las víctimas en tanto individuos, de ellos consigo mismo.

Después de todo, luego de acudir a donde hay quienes se interesan por lo ocurrido y empatizan con la causa de los reprimidos puede fortalecerse la idea de que lo hecho valió la pena.

Ahora bien, existen diferencias de género también en el papel que se juega en la elaboración y en la resignificación de las experiencias represivas: las mujeres suelen ser especialmente sensibles a la represión y se manifiestan más solidarias, capaces no solamente de apoyar moralmente a las víctimas, sino que empatizan más abiertamente con ellas, por eso su papel es crucial en ese proceso.

Jacobo Silva Nogales.
11 de diciembre de 2009.
Ensayo que sirvió de base a la ponencia presentada en la sesión “Elaboración de las experiencias de represión” en el seminario “Represión y criminalización de los movimientos sociales rurales en el México del siglo XXI: Memoria, género y resistencia”, de la UAM-Xochimilco

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